domingo, 20 de junio de 2010

Texto ebrio

Lo mismo. La vida es una pequeña muerta puesta de puntillas. Un aquí ahora no somos nadie. polimorficos seres buscando ser en medio de un tremendo absurdo. Ahora nos hemos tragado el tiempo y su sobremesa. No era entender una actitud bacante, un plazo fijo de pagar a la pregunta con algún precio de ansia. No era eso lo que vine a ver. Plagios de otros con nombres bíblicos y caras llanas. La palabra en todo su límite, blanda, crápula. insistiendo eo estoy aquí he venido a la voz rezagada, soy activa de lo más cruel porque no soy. Tú, con la mirada fija en la vocal sufriendo la llaga del imposible. Si escribo es por la imposibilidad de sentir. Inventio. Inventio una cardiología, un catéter de vida que parece un ventrículo. Así el existir insiste. Podrías caer desde una ventana y seguir respirando. Podrías. Podría el instinto escupir los clavos de la boca, y no hablar con la herida abierta: vagina.

domingo, 13 de junio de 2010

Kérosis

Caminábamos a bocanadas, el verde tierno del aguacate, la lluvia anciana, las esquinas redondas, así como los bichitos escondidos tras el aire, caminábamos, sí, tan pesados, puede. Habíamos conversado sobre ese tipo de peso adicional que ponen algunos a la vida, entre la burla y la teoría de que dentro del Caos hay un sistema reorganizativo; y justo al final de la botella de ese licor alemán que tanto temes que beba. Después, llevarte a un museo cinco minutos antes de que cierre, para salir con esa sensación de inventarte los colores. Discutir que no era tal amarillo sino un pistacho algo estridente, que el café deja un aliento horrible, que no tenemos nada que comer en la nevera. Daba igual. No fuimos nunca ese tipo de seres preocupados por ser. Había algo de mentira en todo y eso era suficiente para dar zancadas, encaramarse por encima de la costumbre y de los edificios delgados de la ciudad. De repente la Pampa, más tarde Marrakech, con tus libros siempre abiertos en la mesita de noche, con la intención de llenarnos del vaciamiento propio de la NADA. Sonreías estando yo tan dormida, viajando con una mochila de grava, fumándome los rostros de unos habitantes virtuosos de ceniza. Igual era la música. Los tonos agudos carcomiéndome el pecho, apolillándome los ojos. Entenderás la necesidad de escribirlo absolutamente todo. Los terraplenes, las horas masticadas a fuerza de paseo, el tú y yo y no todos.

Ya te expliqué por qué nunca te llevé a ese restaurante; allí sólo se va cuando algo acaba. Te enfadabas. Te enfadabas tanto como un niño consentido. Al día siguiente, era levantarse y corretear por la casa, oler a tostadas rostizadas, el ruido del hervir del agua para té... Al día siguiente, era desaparecer...luego... volver a encontrarnos.

miércoles, 2 de junio de 2010

Las uniones imposibles. A.Pizarnik

La desparramada rosa imprime gritos en la nieve. Caída de la noche, caída del río, caída del día. Es la noche, amor mío, la noche caliginosa y extraviada, hirviendo sus azafranadas costumbres en la inmunda cueva del sacrosanto presente. Maravillosa ira del despertar en la abstracción mágica de un lenguaje inaceptable. Ira del verano. Ira del invierno. Mundo a pan y agua. Sólo la lluvia se nos dirige con su ofrenda inimaginable. La lluvia al fin habla y dice.
Meticulosa iniciación del hábito. Crispados cristales en jardines arañados por la lluvia. La posesión del pretendido pasado, del pueblo incandescente que llamea en la noche invisible. El sexo y sus virtudes de obsidiana, su agua flamante haciéndose en contra de los relojes. Amor mío, la singular quietud de tus ojos extraviados, la benevolencia de los grandes caminos que acogen muertos y zarzamoras y tantas sustancias vagabundas o adormiladas como mi deseo de incendiar esta rosa petrificada que inflige aromas de infancia a una criatura hostil a su memoria más vieja. Maldiciones eyaculadas a pleno verano, cara al cielo, como una perra, para repudiar el influjo sórdido de las voces vidriosas que se estrellan en mi oído como una ola en una caracola.
Véate mi cuerpo, húndase su luz adolescente en tu acogida nocturna, bajo olas de temblor temprano, baja alas de temor tardío. Véate mi sexo, y que haya sonidos de criaturas edénicas que suplan el pan y el agua que no nos dan.
¿Se cierra la gruta? ¿Llega para ella una extraña noche de fulgores que decide guardar celosamente? ¿Se cierra un paisaje? ¿Qué gesto palpita en la decisión de una clausura? ¿Quién inventó la tumba como símbolo y realidad de lo que es obvio?
Rostros vacíos en las avenidas, árboles sin hojas, papeles en las zanjas: escritura de la ciudad. ¿Y qué haré si todo esto lo sé de memoria sin haberlo comprendido nunca? Repiten las palabras de siempre, erigen las mismas palabras, las evaporan, la desgranan. No quiero saber. No quiero saberme saber. Entonces cerrar la memoria: sus jardines mentales, su canto de veladora al alba. Mi cuerpo y el tuyo terminando, recomenzando, ¿qué cosa recomenzando? Trepidación de imágenes, frenesí de sustancias viscosas, noches caníbales alrededor de mi cadáver, permisión de no verme por unas horas, alto velar para que nada ni nadie se acerque. Amor mío, dentro de las manos y de los ojos y del sexo bulle la más fiera nostalgia de ángeles, dentro de los gemidos y de los gritos hay un querer lo otro que no es otro, que no es nada....