jueves, 25 de marzo de 2010

Des-conocimiento



No es aquí el espacio donde me disponga a concretar la definición de lo bueno o lo malo, ni siquiera reclamar una moral anómala o cualquier otra invención que nos conduzca directamente a la sumisión y al aniquilamiento. El intento radical de estas letras se presenta con el propósito de perturbar la somnolencia de los cerebros perezosos. Esta es la era del des-conocimiento, del asilo del pensamiento en un lugar hostil donde el capitalismo abrasador nos está convirtiendo en ceniza. La educación universitaria en la rama de humanidades está perdiendo ese punto de reflexión tan imprescindible en la disciplina. El conocimiento convertido en un negocio, con su peculiar marketing, trata a las futuras mentes -si es que es correcto utilizar este término- como un cliente más en el cual lo valores se invierten y la finalidad de su recorrido es la moneda. La falta de información que están proporcionando las instituciones académicas es su estrategia de despiste para instalarnos dentro de la carencia con la falsa idea de la posesión de un conocimiento que no es más que una “culturilla general” propia de cualquier manual de usuario. El problema se presenta cuando el título universitario se disfraza de sapiencia, y esa sapiencia empieza a creerse capaz de educar rebajando así la calidad de los contenidos.

El último ataque impuesto por el rector Daniel Peña es el de la reducción del horario docente, dejando las clases magistrales con una duración prácticamente equiparable a la de un café. Este señor se acoge a cualquier tipo de novedad que le pueda propiciar un momento de fama, sin importarle si las medidas son un atentado contra la educación o no. Cabe señalar el sentimiento de frustración por parte de los estudiantes donde se les ha impuesto de forma dictatorial una “ley” sin ningún matiz positivo. Ante esto nos vemos en legitimidad de anunciar nuestra rotunda RENUNCIA a este tipo de avasallaje, porque como humanistas nos vemos en la labor de defender la disciplina que no siendo muy rentable económicamente decide atender a otras perspectivas del mundo.

Por la pasión y el respeto que profesamos a la Filosofía, Literatura, Historia, Geografía y otras artes nos vemos en el deber de comunicar a las autoridades académicas que no vamos a permitir una destrucción así del pensamiento, que no somos máquinas para producir, que no queremos un mundo orientado hacia eso. Reclamamos poéticamente con la congoja del vencido de antemano. Los cauces pacíficos no están siendo escuchados, la voz del estudiante no es vinculante en la decisiones. Pero no renunciaremos, haremos todo lo que nos sea posible para impedirlo, con la pasión del oprimido, no habrá más silencio en la Universidad Carlos III. Únicamente pedimos Conocimiento y se nos niega.


Disculpen.....¿Era esto una universidad?





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