martes, 7 de diciembre de 2010

Alianza (sonata)

NI EL CORAZÓN CORTADO POR UN VIDRIO

en un erial de espinas,

ni las aguas atroces vistas en los rincones

de ciertas casas, aguas como párpados y ojos,

podrían sujetar tu cintura en mis manos

cuando mi corazón levanta sus encinas

hacia tu inquebrantable hilo de nieve.

Nocturno azúcar, espíritu

de las coronas,

redimida

sangre humana, tus besos

me destierran,

y un golpe de agua con restos de mar

golpea los silencios que te esperan

rodeando las gastadas sillas, gastando puertas.

Noches con ejes claros,

partida, material, únicamente

voz, únicamente

desnuda cada día.

Sobre tus pechos de corriente inmóvil,

sobre tus piernas de dureza y agua,

sobre la permanencia y el orgullo

de tu pelo desnudo,

quiero estar, amor mío, ya tiradas las lágrimas

al ronco cesto donde se acumulan,

quiero estar, amor mío, solo con una sílaba

de plata destrozada, solo con una punta

de tu pecho de nieve.

Ya no es posible, a veces

ganar sino cayendo,

ya no es posible, entre dos seres

temblar, tocar la flor del río:

hebras de hombre vienen como agujas,

tramitaciones, trozos,

familias de coral repulsivo, tormentas

y pasos duros por alfombras

de invierno.

Entre labios y labios hay ciudades

de gran ceniza y húmeda cimera,

gotas de cuándo y cómo, indefinidas

circulaciones:

entre labios y labios como por una costa

de arena y vidrio, pasa el viento.

Por eso eres sin fin, recógeme como si fueras

toda solemnidad, toda nocturna

como una zona, hasta que te confundas

con las líneas del tiempo.

Ven a mi lado hasta que las digitales

hojas de los violines

hayan callado, hasta que los musgos

arraiguen en el trueno, hasta que del latido

de mano y mano bajen las raíces.

(Pablo Neruda,NI EL CORAZÓN CORTADO POR UN VIDRIO

en un erial de espinas,

ni las aguas atroces vistas en los rincones

de ciertas casas, aguas como párpados y ojos,

podrían sujetar tu cintura en mis manos

cuando mi corazón levanta sus encinas

hacia tu inquebrantable hilo de nieve.

Nocturno azúcar, espíritu

de las coronas,

redimida

sangre humana, tus besos

me destierran,

y un golpe de agua con restos de mar

golpea los silencios que te esperan

rodeando las gastadas sillas, gastando puertas.

Noches con ejes claros,

partida, material, únicamente

voz, únicamente

desnuda cada día.

Sobre tus pechos de corriente inmóvil,

sobre tus piernas de dureza y agua,

sobre la permanencia y el orgullo

de tu pelo desnudo,

quiero estar, amor mío, ya tiradas las lágrimas

al ronco cesto donde se acumulan,

quiero estar, amor mío, solo con una sílaba

de plata destrozada, solo con una punta

de tu pecho de nieve.

Ya no es posible, a veces

ganar sino cayendo,

ya no es posible, entre dos seres

temblar, tocar la flor del río:

hebras de hombre vienen como agujas,

tramitaciones, trozos,

familias de coral repulsivo, tormentas

y pasos duros por alfombras

de invierno.

Entre labios y labios hay ciudades

de gran ceniza y húmeda cimera,

gotas de cuándo y cómo, indefinidas

circulaciones:

entre labios y labios como por una costa

de arena y vidrio, pasa el viento.

Por eso eres sin fin, recógeme como si fueras

toda solemnidad, toda nocturna

como una zona, hasta que te confundas

con las líneas del tiempo.

Ven a mi lado hasta que las digitales

hojas de los violines

hayan callado, hasta que los musgos

arraiguen en el trueno, hasta que del latido

de mano y mano bajen las raíces.

(Pablo Neruda, Tercera Residencia 1935-1945)

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