martes, 15 de noviembre de 2011

Mario Mendoza


"Estar solo es a veces una decisión estética, una necesidad literaria. Muchos escritores, pintores o actores siguen negándose a entrar en la rutina y la comodidad, en la atrofia de la costumbre. Es curioso, pero en medio del sopor, de la paz del amor rutinario y repetitivo, algo se adormece en el artista, algo sucede y ciertas facultades de percepción ingresan en un marasmo del cual es muy difícil salir. Quizás la creación sucede justamente en el caos, en las saturnales, en el ir y venir de una existencia múltiple que necesita de la escritura como una forma de equilibro para contrarrestar la locura y la muerte. Nosotros somos distintos no porque seamos mejores, pues ser un creador es un privilegio miserable. Somos distintos porque nuestro cuerpo se mece entre la desmesura y la catástrofe, entre la pluralidad y la entropía. Nuestros cuerpos necesitan ir siempre un paso más allá de la conyugalidad, la estabilidad y la fidelidad, y por otro lado necesitamos estar solos, atravesando la oscuridad con los ojos alucinados, más acá de la compañía, sin nadie a nuestro lado, sabiéndonos exiliados y atrincherados para que entonces llegue el arte y pueble con toda su fuerza ese vacío, ese agujero negro donde combatimos día y noche contra el paso del tiempo, contra la muerte. Necesitamos que nuestros cuerpos deliren, y necesitamos también que nuestros cuerposse aíslen: he ahí nuestra dicha suprema y nuestra condena. Necesitamos de la libertad y de la soledad como dos estrategias de guerra para no ingresar en esa zona pantanosa donde la costumbre puede matarnos. Por eso somos tan peligrosos, porque somos animales salvajes que se niegan a domesticar su deseo"
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